Ricardo comprueba por sexta vez que su teléfono no tiene batería. De no ser por su estricto sentido de la razón, juraría que está en una película de terror: su auto se detuvo de súbito a mitad de la noche en la carretera que va de Nogales a Tucson, en medio de la nada.
Sólo queda esperar el amanecer. Bajo la noche estrellada como cuerpo acribillado, Ricardo duerme en su asiento. Afuera la oscuridad apenas sugiere rocas arenosas, víboras devorando ratas. Sueña que es sepultado en el desierto, justo antes de que una llamada improbable lo despierte de improviso.
Ricardo contesta con sospecha sin saber que, a dos metros de su rostro, alguien se dispone a disparar.
Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/
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