—Protesto —exclamó sin dejarme terminar la argumentación el abogado de la parte contraria. Lo que usted cometió contra mi cliente es un homicidio pues, sabido es en derecho, sólo puede considerarse defensa propia cuando la fuerza empleada sea proporcional a la amenaza recibida. Mi cliente le amenazó con una navaja y usted lo descuartizó de un tajo con una espada.
—Tenga a bien considerar, señor letrado —contesté— que su cliente intentó robarme esgrimiendo una navaja de Ockham, y yo respondí usando contra él una espada de Damocles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario