No tropecé, no me empujaste. No me distraje ante la belleza del luminoso cielo nocturno. No notaste que era la oportunidad para deshacerte de mí. No. Yo quise volar y tú no descreíste de mi deseo.
Sobre la playa, ladran los lobos marinos y se disputan los pedazos de carne esparcidos sobre la arena.
No te asomarás; la altura del acantilado no deja lugar a dudas. Desandarás el camino hasta el hostal y mientras repasas la velocidad de mi caída te alegrarás de tener los pies en la tierra.
1 comentario:
Como me llego este relato. Me lance por ese acantilado. y termine así. Felicitaciones! Muy Bueno!
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