martes, 9 de noviembre de 2010

Morgue - Héctor Ranea


—Entendí la causa del deceso —dijo el Jefe de Terapia Intensiva Alimenticia.
—¿Sólo porque dejó esos garabatos que ella llamaba escritos? —dijo la escultura viviente que venía de Guardia e Incertidumbres del mismo Hospital.
—¡Qué generoso soy —exclamó el Jefe— que no la despido!
Todos callaron, ocultando su cobardía. El Jefe siguió: —Verán al lado del cuerpo de la difunta una bolsa de supermercado. Esa blanca de ahí —señaló—. En ella, la occisa separaba los restos para comerlos en un festejo regado con licor generoso que compraba a treinta por caja.
Maribel comentó por lo bajo al experto en Alimentación Alternativa: —Depende. Yo, por ejemplo, encuentro seductora a la persona que bebe esos licores.
—El problema —concluyó el Jefe— estribó en que, aparte de seguir la dieta antropófaga que le recetamos, comerse las uñas de sus víctimas por separado le causaba tanto placer que no pudo parar, hasta morir.


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3 comentarios:

Claudia Sánchez dijo...

Sí, si, si. Me gustó!
Saludos!

Salemo dijo...

Muy bueno, don Héctor. Un vicio que puede traer esas consecuencias si no se le pone límites.

Ogui dijo...

¿Tiene algo de Salgari, no?