Las persianas bajan a las nueve en punto de la noche, ocultando el interior a las miradas curiosas e insomnes de la calle. Entonces, cuando se queda sola en la tienda tras una interminable jornada laboral de la que no puede quejarse pues carece de contrato, ocupa las horas probándose vestidos, faldas, blusas y bolsos, soñando con una vida mejor, más libre. Al amanecer, después de una noche de fantasía y quimeras, vuelve a enfundarse la ropa de trabajo y se coloca en el escaparate, adoptando la rígida postura forzada de cada día, esperando que suban de nuevo las persianas.
Tomado de Realidades para Lelos
Imagen: Grove 2, de sesfitts en deviantArt
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