El hombre busca la inmortalidad. Para esta vida, para la otra; cualquier tipo de inmortalidad: escrita, sonora; como sea, el hombre quiere ser recordado. Hace dos siglos, tras ensayos randomizados y experimentación fase 5 se conoció la vacuna Ab aeternum que prolongó la vida hasta el límite de la capacidad celular: 163 años. Nadie moría antes, al menos por enfermedades. Pero pronto se vio el primer efecto adverso. A los 109 años las personas se deprimían. Se trató de ocultar pero, como en las antiguas películas de zombis, la peste se esparció. La vacunación masiva se detuvo, pero el daño no. Las personas al cumplir 109 años se deprimen y suicidan; algunos con métodos cruentos, otros dejan de alimentarse. Hoy leí que un hombre cumplió 110 años y aún es feliz. Eso nos da esperanza. Se cree que es por el arroz que consume. Pero no se sabe nada más.
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