Era vástago de una familia honorable, pero necesitaba estímulos bárbaros para excitarse. La última sesión de sexo duro en aquél pésimo, sórdido y pestífero antro le había provocado la inflamación del cartílago. En un movimiento rápido del látigo su cáustica compañera de jueguecitos lo había dejado fuera de combate. Como siempre, después le había invadido un profundo sentimiento de vergüenza; sentía vivamente su vínculo con Dios, que no admitía aquellas fantasías sexuales. Como siempre, después necesitaba congraciarse urgentemente con Él. Confiaba en que la bondad de su cálido Dios aceptara un gesto mínimo de su parte. El dolor de la rodilla le impedía andar. Encendió el ordenador, pinchó sobre el icono “Favoritos” y se dispuso a ver “Ébano”, una película de temática mística.
Anna Rossell Ibern
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