Triste cronista de la realidad, la vida pasa por su lado sin que pueda asirla en ningún momento. Sólo fugaces instantes son proclives a ser recordados en la flamígera eternidad en la que se ha convertido su existencia; el resto, son reacios siquiera a delatar su paso por el universo.
Sin nada a lo que agarrarse, sin ningún asidero a la sustantividad, torvos pensamientos cruzan por su mente, y por ello las tormentas galácticas se recrudecen en sus espejados laboratorios; pero como siempre, los experimentos resultan fallidos, y otro trozo de su existencia deriva entre las nubes que conforman su rostro para desaparecer en los infinitos palacios de las falacias nunca percibidas...
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