Una pequeña llama basta para iluminar toda una habitación -vociferó inesperadamente un hombre parado en el fondo del templo.
-Qué hermosa metáfora –dije.
-No es una metáfora, estaba hablando con el portero. Hoy habrá corte de luz y me pregunta si una vela bastará para dar luz a todo el recinto.
-¡No hará falta! –gritó una mujer sentada a mi lado-. Dios va a hacer un milagro y habrá luz.
-Los milagros no existen –le expliqué.
-¡Los que no crean en los milagros divinos serán castigados!
-Señora, Dios sólo castiga a los buenos. Los malos pueden pagarse un abogado.
De pronto la luz se cortó y yo encendí una linterna que traía por casualidad.
-Te dije, querida, que Dios lo iba a solucionar.
-La linterna es mía…
-Pero él hizo que se te ocurriera traerla.
La miré con misericordia y no dije nada más.
Carla Dulfano
1 comentario:
Excelente, Carli! Tanto el creyente como el incrédulo tendrán siempre argumentos para apoyar su postura... Lo bueno sería que ambos tuvieran una mirada, no digo compasiva, pero si comprensiva para el otro, ¿verdad? Y como siempre digo, ¡un placer leerte!
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