APRISIONADOS
Ricardo Juan Benítez
La misma angustiante rutina. Las rejas se abren siempre a la misma hora. Los paseos en el patio, vueltas y más vueltas, como un ritual. La visitas de los familiares los mismos días de cada semana. Las tareas repetitivas y alienantes. Las peleas para disputar el liderazgo del pabellón. Las duchas escasas. Los piojos, la espera y la angustia.
Las rejas también se cierran a cierta hora. Hasta un nuevo maldito día.
Por lo menos, para él, una vez apagadas las luces termina su tarea en ese infierno.
Las rejas también se cierran a cierta hora. Hasta un nuevo maldito día.
Por lo menos, para él, una vez apagadas las luces termina su tarea en ese infierno.
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