La tormenta estaba llevándose carteles endebles para el norte, paraguas y mujeres livianas junto a los carteles, hacían un séquito volátil al paso de los miles de torbellinos que se armaban. Apoyando su frente en la ventana de la taberna, el fraile estaba apenado de no poder llegar a la misa de las seis.
El tabernero le ofreció un vaso de ginebra y un bocadillo de salamín para pasar el frío que debía tener el pobre hombre casi desnudo tras la arpillera.
El fraile no aceptó. Todavía sigue lloviendo en esa parte de la llanura pampeana.
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