EL ESCAPE
Nicolás Blanco
Debo llegar, no puedo parar ahora; si me importa mi vida tengo que seguir corriendo, no puedo, no debo dejar que me alcance, pensaba Sebastián mientras no le daba descanso a su corazón ni física, ni emocionalmente. Las piernas empezaban a flaquear, el aliento a entrecortarse, el corazón parecía querer salirse de su pecho y descansar en paz; poco a poco se enfrentaba a su peor pesadilla: el cansancio. Él no le temía al cansancio, le temía a lo que le sucedería si su cuerpo lo sufriese y fuera alcanzado por esa cosa que alguna vez tuvo nombre y vida humana.
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