José Luis Vasconcelos
Usó finos perfumes y hermosos pendientes. Los demás lo notaban, él no. Ensayó sonrisas frente al espejo. De nada valieron sus esfuerzos para atraerlo.
Quería tocarlo. Amaba su voz gruesa y modulada. Soñaba que el hombre susurraba a su corazón. Ella le cantaba hermosas melodías de la infancia.
“Él nunca la amará”, aseveró su ayudanta.
Lejano y distante administraba la empresa familiar, con esa masculinidad que enloquecía a las féminas.
Así las cosas, lloraba entre la sombras. Estaba destinada a ser vista con repulsión y lástima.
Para el dueño del circo, ella —la mujer tarántula— era sólo un fenómeno de moda que le daba a ganar pingües dividendos.
Quería tocarlo. Amaba su voz gruesa y modulada. Soñaba que el hombre susurraba a su corazón. Ella le cantaba hermosas melodías de la infancia.
“Él nunca la amará”, aseveró su ayudanta.
Lejano y distante administraba la empresa familiar, con esa masculinidad que enloquecía a las féminas.
Así las cosas, lloraba entre la sombras. Estaba destinada a ser vista con repulsión y lástima.
Para el dueño del circo, ella —la mujer tarántula— era sólo un fenómeno de moda que le daba a ganar pingües dividendos.
Tomado de http://rojanota.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario