MONÓLOGO DE LA CAMISA
David Lagmanovich
Una corbata roja pretendió anudarse a mi cuello, so pretexto de abrazo. Soy una camisa con experiencia de la vida, así que me libré de ella con algunas oportunas ondulaciones. Avergonzada, volvió a instalarse con sus hermanas. ¡A mí con zalamerías que esconden propósitos aviesos! En cambio la cercanía de los pañuelos resulta reconfortante, aunque el consuelo sea transitorio. Mejor acogerme al amparo de esa chaqueta de muchos botones, esa que dice ser “de gala” y no como mi otra vecina, “de fajina”. Todos necesitamos protección.
1 comentario:
Esa sí es una camisa decente. No como las de mi marido, que suelen amanecer arrugadas y maltrechas. Sabrá Dios qué harán con los chalecos y los sacos cuando se cierra la puerta del armario.
Publicar un comentario