LA SEÑAL
Carmen Rosa Signes Urrea
Rebuscó ansioso entre las cenizas y nada. Cerró la portezuela de la vetusta estufa y regresó con un nuevo cargamento de leña.
La habitación parecía resistirse al efecto calorífico de aquel artilugio, tal vez por que en las ventanas el vidrio inexistente —sustituido por pequeños trozos de hojas de prensa— favorecía la salida del calor.
Con acelerados pasos, en un constante ir y venir, se le veía desde la calle. Nadie se atrevía a decirle nada, todos conocían su alterada mente.
Rebuscando entre las cenizas las señales que, según decía, le hablaban, transcurrían sus días.
Se precipitaron hacia la vivienda. Tarde le bajaron de la cuerda amarrada al cuello que colgaba desde el techo.
Junto a la estufa de leña aún humeante, inusualmente revuelta, el trozo carbonizado de un leño que asemejaba un ataúd.
La habitación parecía resistirse al efecto calorífico de aquel artilugio, tal vez por que en las ventanas el vidrio inexistente —sustituido por pequeños trozos de hojas de prensa— favorecía la salida del calor.
Con acelerados pasos, en un constante ir y venir, se le veía desde la calle. Nadie se atrevía a decirle nada, todos conocían su alterada mente.
Rebuscando entre las cenizas las señales que, según decía, le hablaban, transcurrían sus días.
Se precipitaron hacia la vivienda. Tarde le bajaron de la cuerda amarrada al cuello que colgaba desde el techo.
Junto a la estufa de leña aún humeante, inusualmente revuelta, el trozo carbonizado de un leño que asemejaba un ataúd.
2 comentarios:
Lectura del vientre de los árboles! Impresionante. Qué imaginación, señora!
Gracias de nuevo Ogui.
Saludos.
Carmen
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