—Dime que me quieres —dijo la gárgola a la estatua de la bailarina. El silencio provocó la caída de la gárgola ante el dolor de la respuesta. La bailarina, viendo los miles de pedazos de piedra dispersos por el suelo, maldijo que no todas las estatuas tuvieran capacidad para hablar.
lunes, 20 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario