Odiseo y los suyos, apretados, desnudos y transpirando, se amontonan de en la entrañas de la bestia. El sudor, los malos olores y los calambres por la inmovilidad se hacen insoportables. Ninguno de estos fieros soldados nació para el encierro. En toda batalla el sacrificio de algunos integrantes asegura la victoria. En las pocas hendijas, apenas una mínima luz entre las maderas, se percibe una fea torre enemiga que domina el horizonte.
—Aguanten —les ordena Odiseo— que ya los engañamos, apenas publiquen la ficción breve salimos de ella y ya van a ver como encuentran este blog mañana. No vaya a ser cosa que se crean que pueden mal hablar así como así de nosotros y tomarnos para la pachanga.
Sobre el autor: Carlos Feinstein
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