domingo, 12 de julio de 2009

Papel impreso - Sergio Gaut vel Hartman


Es un día bochornoso de enero. Estoy en la cocina, encuadernando las revistas que envió Francisco para que yo las distribuya en Buenos Aires. Mi mujer, como siempre, critica la pérdida de tiempo que conlleva dedicarse a la literatura. Es una cuestión de perspectivas. A mí me parece que la profesión de ella es aún más superflua, ya que el que gobierna el país es en realidad su amante, un tipo a quien conozco de vista. No me importa que ella tenga amantes; lo que me molesta es que desprecie mi pasión por las letras.
Me despierto sobresaltado; me abruma el sueño inmediato, que no logro alejar de mi mente. Presto atención: hay ruidos en la cocina. Debe estar preparando el mate, me digo. Sin embargo, un intenso olor a papel quemado impregna el ambiente. Me levanto de un salto, pero ya es tarde.

1 comentario:

María del Pilar dijo...

Felicitaciones, Sergio, por un muy buen cuento. Me gustó.