Para Verónica
Se revuelve en la cama desvelado. No ha pegado un ojo en toda la noche. A su lado, la mujer duerme serena y sin sobresaltos.
Cuando las primeras luces del alba penetran por la ventana entreabierta, el hombre despierta a su esposa y entre lamentos le cuenta su pecado.
La mujer le tranquiliza con palabras suaves, apenas susurradas y mucha convicción en la mirada.
“¿Quién podrá señalarte?”, le pregunta. “¿Quién arrojará la primera piedra?”.
Ella sabe que un pequeño y mezquino soborno tomado de una cuenta de Caja Chica por un oscuro funcionario de la administración gubernamental no es más que una gota de agua en el inmenso océano de corrupción que nos rodea.
Cuando las primeras luces del alba penetran por la ventana entreabierta, el hombre despierta a su esposa y entre lamentos le cuenta su pecado.
La mujer le tranquiliza con palabras suaves, apenas susurradas y mucha convicción en la mirada.
“¿Quién podrá señalarte?”, le pregunta. “¿Quién arrojará la primera piedra?”.
Ella sabe que un pequeño y mezquino soborno tomado de una cuenta de Caja Chica por un oscuro funcionario de la administración gubernamental no es más que una gota de agua en el inmenso océano de corrupción que nos rodea.
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