Telequinesia - Raúl Brasca
-Habrá que creer o reventar- le dijo el hombre que salía de la habitación cuando él entraba. El terminó de entrar. La mujer esperó que se sentara, cerró los ojos y, con voz cavernosa, llamó a la mesa provenzal que estaba en el primer piso. Moviendo ágilmente las patas, como un perfecto cuadrúpedo amaestrado, la mesa bajó por la escalera. -Esto es increíble- exclamó él. Y, antes de que pudiera explicarse mejor, reventó.
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