La cigarra provenía de una familia aristocrática y la hormiga —como las de su especie— era sierva de la gleba. La cigarra se permitía toda clase de diversión y abusaba del alcohol, la comida y el sexo. En sus raros momentos libres, la hormiga —por lo demás talentosa— aprendió a tocar el laúd y a improvisar en décima espinela. Vistas aquellas dotes juglarescas, la cigarra se dio maña para que la hormiga amenizara sus veladas bohemias. Cobró fama y ciertas prebendas para cultivar su arte el esclavizado himenóptero. En total secreto escribió algunas esperanzadoras piezas narrativas inspiradas por su deseo de justicia; entre ellas figura la conocida fábula que usted habrá recordado. Por cierto, la presente historia carece de moraleja.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 2 meses
No hay comentarios:
Publicar un comentario