No vemos lo cotidiano del mismo modo, acostumbrados a las mismas imágenes un día tras otro, los ojos las asimilan al fondo borroso y familiar, de este modo pueden concentrarse en lo diferente, en lo que quizás nos hiere o nos salva.
En estos paseos de la mirada sobre las cosas conocidas, no es extraño asomarnos al espejo y sentir de pronto el vértigo de la ausencia ocupando el lugar exacto donde debería estar nuestro rostro.
Foto: Puerto Montt, Nanim Rekacz
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