Desde que empecé a gestionar catástrofes nunca había aparecido un tipo como ése. Plantó su cuerpo de oso ante mi escritorio y apoyó los dos puños sobre él.
—¿Qué se puede hacer con veinte mil películas en formato VHS? —escupió. Y antes de que yo le diera la respuesta obvia, él agregó—: siempre y cuando no sea metérmelas en el culo y que ello genere algún dinero. —Así que la respuesta obvia no servía. Pensé, conjeturé y especulé. Finalmente llegué a la mejor conclusión posible; se parecía bastante a la respuesta obvia.
—Tome esta tarjeta. Es de un amigo; tiene un circo. Si se mete cinco VHS por función, dos funciones diarias, ocho a la semana, cincuenta semanas por año (quince días de vacaciones) son dos mil. Puede trabajar de eso durante los próximos diez años. Mi amigo no es tacaño; le va a pagar espléndidamente.
Imagen: Daniel Rodríguez Rulli
Imagen: Daniel Rodríguez Rulli
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