Vaya cumpleaños. Cuando la uña de mi meñique cayó de súbito por la coladera del baño, supe que sería un mal día. Peor cuando mi mujer me recordó, con sus modos habituales (a gritos), que hacía falta pasar por el vino para mi fiesta.
La calle estaba desierta. En la radio decían que una epidemia asola la ciudad: los enfermos vomitan, pierden pedazos de carne, y luego se vuelven caníbales.
Frente a la vinatería, uno de esos enfermos devora a una mujer. Veo los ojos rugiendo de sangre, el rostro con basca, las manos sin uñas arrancando una costilla. No sé si es asco o nerviosismo: vomito. Entiendo que será imposible conseguir vino esta tarde.
Mi mujer va a matarme.
Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/
1 comentario:
Bien contado! Consejo, no hacer esa fiesta!! No importa que platillos sirvan, la comida principal será...
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