Mario es frío, fantasmal, transparente. Como el reflejo de un silbido en la oscuridad. Sus pasos son suaves, afeminados, y su voz completamente lampiña. Poco hay de varonil en el espectral y dulce Mario.
A veces queremos decirle que haga algo diferente. Que se nos manifieste de una forma que provoque el pánico más absoluto. Pero él dice que no, que prefiere ser así. Pegarle un tiro a alguien, de vez en cuando, con algún arma de bajo calibre. Quizás reírse de su víctima y alejarse, con esos pasitos cortos que casi ni dejan huella en la sangre que lentamente va ganando el piso.
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio
Tomado del blog: Memorias del Dakota
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