Cuando entramos en la casa sentí que ya había estado allí. El preparó la escena: Media luz, aroma embriagador, música apenas audible envolviendo el ambiente. Dije algo sobre el frío y la humedad buscando esconder mi nerviosismo. El sonrió y me alcanzó una copa de licor empalagoso.
—Con permiso— dijo amablemente.
Tomó mi abrigo, me besó y la boca se entregó traviesa al juego del amor. El beso se multiplicó a lo largo de los cuerpos. No hizo falta pedirlo. Sobre el parquet resplandeciente cayeron de a una las ropas elegidas con tanto esmero y en sus brazos entré en el cuarto. Cerré los ojos cuando hincó los colmillos en mi cuello. Chupó un poco más de mis recuerdos y, feliz de estar allí, dormí hasta la noche siguiente; hasta el próximo encuentro con el vampiro.
Sobre el autor: Fernando Puga
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