Era casi niño cuando compré a un viajero el espejo que refleja tu condición futura en vez de la presente. Aunque sólo adelanta quince minutos, bastó para calmar mis aprensiones sobre el porvenir. Pude prever traiciones y calamidades, pero también sufrí dolores y tristezas con antelación. Me envicié con la seguridad que daba, y viví sin apartarme de él, sin apenas pegar ojo, temiendo morir en el minuto dieciséis del sueño. Ahora, ya viejo, observo mi imagen muerta, y pienso que los próximos quince minutos serán los únicos libres en toda mi vida adulta.
Ilustración: "Espejo", de Ignacio Urrutia
1 comentario:
muy bello.
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