El don profesor doctor Weiheiligen Schmidtt-Zuperfgaussen, de la Universidad de Pomerania Oriental, después de no pocas e infructuosas investigaciones logró descifrar el genoma de las ratas con las que la familia Stradivarius desarrolló la cola para sus famosos violines.
Con su histo-nanoconstructor Schmidtt fue capaz de obtener la molécula de colágeno adecuada, pudiendo industrializar una cola que fue buena para casi todo. Sin embargo, los luthiers y los analizadores de espectro fueron categóricos: para emular los violines cremoneses, no servía. Era buena, mas no como la original. El bueno de Schmidtt se suicidó.
En algunos manuscritos, su alumna, Henrriquette Spalmenmerg-Konstupagen encontró una pista: varios testigos escribieron que los Stradivarius recibieron un gigantesco lote de ratas que les vendió un flautista bastante inescrupuloso, venido a la sazón del condado de Hammeln.
Queda en tren de conjeturas, claro. Todavía no hay certeza científica, pero parece que era él nomás.
Sobre el autor: Héctor Ranea
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