ALAS NOCTURNAS
Olga A. de Linares
Lo más difícil era volver a armarse después.
Deslizarse dentro del cuerpo abandonado, recuperar el control de cada cuerda, de cada unión, reprimir el deseo feroz de huir para no volver más. Despertar, en suma.
Las primeras horas eran las peores. Suponía que a los otros les pasaba lo mismo, de ahí los gestos agrios de cada mañana, el rictus en los labios, las contestaciones destempladas.
Luego, el trajín del día hacía que el recuerdo de la libertad perdida retrocediera, hasta que llegaba el crepúsculo.
Entonces, la promesa de la noche empezaba a aligerar el alma, y todos esperaban ansiosos el momento de entregarse nuevamente a los sueños y a los fugaces vuelos nocturnos.
Olga A. de Linares
Lo más difícil era volver a armarse después.
Deslizarse dentro del cuerpo abandonado, recuperar el control de cada cuerda, de cada unión, reprimir el deseo feroz de huir para no volver más. Despertar, en suma.
Las primeras horas eran las peores. Suponía que a los otros les pasaba lo mismo, de ahí los gestos agrios de cada mañana, el rictus en los labios, las contestaciones destempladas.
Luego, el trajín del día hacía que el recuerdo de la libertad perdida retrocediera, hasta que llegaba el crepúsculo.
Entonces, la promesa de la noche empezaba a aligerar el alma, y todos esperaban ansiosos el momento de entregarse nuevamente a los sueños y a los fugaces vuelos nocturnos.
3 comentarios:
¡Qué poética que estamos, Olga!
Y melancólica, diría.
Y eso que Olga es también de vuelo diurno.
Me gustó. Agradable.
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