EL PRIMERO
José Vicente Ortuño
Una mañana, en la lejana edad de piedra, un hombre salió de caza. Quería matar un gran bisonte para alimentar a su tribu durante al menos dos lunas. Sin embargo, pese a sus esfuerzos sólo cazó una escuálida liebre.
Esa noche, sentado junto a la hoguera, el troglodita explicó que algún día existirían armas con las que, desde lejos, se cazarían los bisontes fácilmente. Éstas se lanzarían a mucha velocidad y se clavarían en el animal, matándolo al instante. Sus familiares se burlaron de él pues, según dijeron, por muchas piedras o palos que se lanzasen jamás podrían matar a un bisonte.
Humillado por las chanzas de su gente se fue a dormir sin cenar. Nunca se supo si el ingenioso cazador fue quien inventó la honda, la lanza o el arco y las flechas, pero sí que aquella noche concibió la ficción especulativa.
Esa noche, sentado junto a la hoguera, el troglodita explicó que algún día existirían armas con las que, desde lejos, se cazarían los bisontes fácilmente. Éstas se lanzarían a mucha velocidad y se clavarían en el animal, matándolo al instante. Sus familiares se burlaron de él pues, según dijeron, por muchas piedras o palos que se lanzasen jamás podrían matar a un bisonte.
Humillado por las chanzas de su gente se fue a dormir sin cenar. Nunca se supo si el ingenioso cazador fue quien inventó la honda, la lanza o el arco y las flechas, pero sí que aquella noche concibió la ficción especulativa.
1 comentario:
Entonces ¿habrá inventado un Taller literario prehistórico? Grande, José!
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