EL ROSTRO DE LA TRAICIÓN
Marcos Zocaro
La mujer está desquiciada y su andar es vertiginoso; no le interesa que las calles estén repletas y atropella todo a su paso. Ya nada ni nadie le importan. Sus ojos cubiertos de lágrimas parecen lanzar fuego. Su novio y su mejor amiga; su mejor amiga y su novio. Ambos son culpables. No soporta la traición. Le resulta imposible quitar de su mente el rostro del hombre que juraba amarla. Detesta ese rostro, pero pronto lo verá por una última vez… Con el frasco entre las manos, sigue avanzando hacia la casa. El líquido en el recipiente se agita cada vez más. Recién quince minutos después de comenzada su frenética carrera, la mujer alcanza su objetivo: se detiene frente a la puerta, toca el timbre y, cuando la placa de madera se abre, levanta el frasco y el ácido comienza su viaje...
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