—A veces dice que soy tenue, otras postrero; ni él sabe lo que quiere expresar con eso.
—A mí me llama oblicuo y también sesgo. ¿Conoce el significado de las palabras?
—Tal vez sí, es escritor, después de todo —reflexiona el rey—, pero no sabe jugar a nuestro juego. —De pronto, inspirado por una súbita iluminación, se levanta, sacude su blanca toga y dirigiéndose a la torre homérica, que dibuja en el aire los tenues movimientos de una partida de Rubinstein, como si de una sinfonía se tratara, le ordena—. Ve a ver al ciego y explícale lo necesario para que no cometa más imprecisiones; para hablar como corresponde hay que saber de qué se habla. No es un necio, después de todo.
La torre cierra el juego fantasmal y se aleja refunfuñando; su capacidad didáctica es casi nula. Lo intentará.
—Tal vez sí, es escritor, después de todo —reflexiona el rey—, pero no sabe jugar a nuestro juego. —De pronto, inspirado por una súbita iluminación, se levanta, sacude su blanca toga y dirigiéndose a la torre homérica, que dibuja en el aire los tenues movimientos de una partida de Rubinstein, como si de una sinfonía se tratara, le ordena—. Ve a ver al ciego y explícale lo necesario para que no cometa más imprecisiones; para hablar como corresponde hay que saber de qué se habla. No es un necio, después de todo.
La torre cierra el juego fantasmal y se aleja refunfuñando; su capacidad didáctica es casi nula. Lo intentará.
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