Estamos solos. Pero en el cuarto no estamos ni tú ni yo. La cabeza de mármol, desde la mesa limpia, sigue mirando fijamente el hueco de la ventana. El sol surge, o se pone —no es importante—, ya que los ojos duelen igual a causa de la luz oblicua.
De pronto dices: «Me gusta mucho vivir contigo. Eres mío. Siempre lo serás».
Entonces, una vez más, intento volverme para mirarte. Nunca lo conseguí.
El cuarto continúa desierto.
Hay sólo tu rectángulo vacío, y mi frente dura, manchada por tu cielo.
Imagen: René Magritte
1 comentario:
Que bela história de vazios plenos. Fico contente em ler aqui uma história de Stefano.
Gracias!
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