El genio apareció a mitad del desierto dispuesto a conceder tres deseos al primer peregrino que pasara por ahí. Seguro de su omnipotencia y colmado de vanidad y soberbia, se sentó a esperar a algún suplicador de milagros. De repente un hombre pasó de largo por lo que el genio, lleno de ansiedad por mostrar sus poderes, tuvo que interponerse en su camino. Aquella persona que parecía más necesitada que nunca, pronunció su primer deseo: “Protégeme de lo que quiero” y el genio tuvo que desaparecer.
3 comentarios:
Genial!
¡Muy bueno!
Qué buen cuento, Laura. Excelente.
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