No es que sea un tipo excepcionalmente obsesivo, pero Roberto se queja de muchos ruidos nocturnos cuya naturaleza nadie es capaz de discernir porque, entre otras cosas, casi nunca son percibidos por nadie de su familia. Lo mismo pasa con los olores, pero esa es otra historia. El tema con los ruidos es que no lo dejan dormir y ya está perdiendo peso, masa muscular, apetito, ganas de cortarse las uñas, entre otras pérdidas.
Escucha el zumbido de una mosca a cien metros en verano. Lo despiertan las hojas del árbol cuando caen.
En el duermevela en el que está es un peligro cuando maneja el automóvil pues casi no duerme desde que escuchó cómo la mujer le decía al otro, por teléfono:
—Es nada más que cuestión de tiempo. En cuanto Roberto se duerma, lo matamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario