El abuelo les tenía preocupados. Le veían acarrear trastos, tubos, cables que encontraba por la calle y acumulaba en su habitación. Mientras los nietos hacían los deberes, él les cogía un lápiz o un rotulador y se encerraba a dibujar garabatos en papeles raídos que no dejaba ver a nadie. De noche golpeaba sus tubos de metal hasta que le chillaban que parara. Llamaron a los servicios sociales, pues habían oído hablar de viejos que empiezan a acumular porquerías, pero quien vino a buscarle fue la policía. Desalojaron la casa, y la ciudad entera, por el peligro de explosión nuclear.
Tomado de: http://cienpalabras.blogspot.com/
2 comentarios:
Qué buen cuento.
Me gustó mucho el talante del abuelo, gran personaje, aunque esta vez parece que se le fue la mano... Un abrazo.
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