Imaginé la luz, entonces él creo la sombra. Planté las galaxias, y él las separó con inmensos espacios vacíos. Encendí las estrellas y las condenó a una vejez oscura. Ordené planetas y encadenó su suerte a cada uno de sus astros dominantes.
Irritado, creé un desafió mayor, uno sin solución, quizás la forma de maldad más sublime.
Ahora, lo veo ofuscado, ha probado meteoritos, miseria, enfermedades, guerras, religiones, mesías, y profetas. Cada día que pasa la invasión progresa en número y está condenado a repetir cada uno de sus experimentos fallidos una y otra vez.Sobre el autor: Carlos Feinstein
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