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-¡Es ultrajante, denigrante! -gritaba San Dwich en un oprobioso calor de plena primavera boreal. -¡Me tienen podrido, literalmente podrido con estos almanaques truchos, chinos, berretas. ¡Harto estoy, harto! -berreaba el santo hiperbóreo.
-Calmese -le aconsejó San Ador, con un hilo de voz. -¿Qué sucede esta vez?
-¡Nada! Que en esos países alejados de mi mano, me festejan como San Guche, San Güiche, San Guchazo y hasta en algún lado me dicen Lomito. ¡Basta!
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