Marchaban en fila, como hormigas, y a su paso dejaban un olor de ceniza. Las que nadie quería llevaban a sus hijos sobre la espalda. Sudaban angustia y su respiración arrastraba recuerdos andrajosos. Su mirada entregaba cielos grises y esperanzas marchitas.
Caminaban con calles altas sobre la frente. Mujeres de ropa sucia y pies curtidos. No pedían nada; venían del hartazgo, o más allá. Fingimos ignorarlas y decidimos mirar aparadores. Nuestra nuca fue el muro donde chocaron sus recuerdos. Las hormigas podrían marchar por siempre.
Sabíamos que estaban ahí, soterradas y sumisas. Mirándonos desde la maleza, esperando un día claro para salir y mostrarnos sus miserias... pero nunca esperamos que, mientras les ofrecíamos la espalda, comenzaran a escupirnos mientras nos disparaban con esos viejos arcabuces.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 2 meses
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