miércoles, 23 de diciembre de 2009

Los libros de Rosa - Samanta Ortega


Rosa tiene una costumbre. Cada libro que termina de leer en el metro lo deja en el asiento antes de bajarse, disimuladamente. Si es en el banco de una plaza, resulta más fácil aún; nadie tiene que gritarle, señorita se ha olvidado esto, con un gesto de vida o muerte, zarandeando el libro con la mitad del cuerpo fuera del asiento. También me cuenta que alguna que otra vez le toca de pie, haciendo la fila para pagar algo o para comprar carne, resultándole divertido ver la cara de la persona a la que decide encajárselo con una pregunta como, ¿me lo sostiene un ratito?, para que no se lo rechace por parecer un timo. Ella, sin embargo, se queda con los que le atraviesan el corazón o le hacen pegar un estirón, y se considera una egoísta por ello, pero no menos feliz. Hay que dejar ir, lo que hay que dejar ir y yo tengo mis propias formas, me dice con una cerveza en la mano, cediéndome un libro que sabe, va a cambiar las mías.

Imagen: Claude Monet-The beach at Trouville.

1 comentario:

Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia dijo...

Hermoso tu cuento. Me gustó mucho. Neli:D