Muerto el último Barón Ballamust, y nombrado como único e universal albacea y heredero, Lorenzo comenzó su tarea de acuerdo a lo hablado con la tía Elsa acerca de repartir las joyas entre escuelas carenciadas, los libros entregados a bibliotecas públicas y el dinero de las diversas y numerosas cajas entre instituciones de bien público, dejándose para él una fortuna suficiente como para poder viajar. Sin embargo, en el contrato había una cláusula que fue la más difícil de cumplir para el albacea, cual era la de recolectar en los armarios del palacio las innumerables perchas robadas a hoteles de todo el mundo por generaciones incontables, desde la época de las primeras cruzadas, se especulaba, de familias de los Ballamust. Algunos hoteles, comprensiblemente, habían desaparecido, pero el joven Lorenzo tenía todo el tiempo del mundo para satisfacer los últimos deseos de la bella tía para rastrear a sus herederos.
Imagen: Diseño de Ingibjorg Hanna Bjarnadottir
1 comentario:
Que me pase un par... la falta que me hacen!!!
Bello lo tuyo.
Saludos!!!
Gab
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