Se despidió de los otros científicos, cruzó el umbral, y apareció en un sitio salpicado de cardones solitarios. Según sus cálculos, había llegado a algún punto de inicios del siglo XXI, a tiempo para prevenir a la humanidad sobre la catástrofe.
En medio del desierto, halló un pueblo. Buscó al líder y le contó todo: los extraterrestres, el virus mortal, el meteorito devastador. El líder otomí, con huaraches y camisa de manta, lo vio sin comprender: “haremos lo que se pueda”, dijo, y se puso a buscar agua debajo de un maguey seco.
Volvió al umbral y anunció a los otros científicos: “el fin del mundo no tiene sentido para esta gente. Ellos no tienen rascacielos”.
En medio del desierto, halló un pueblo. Buscó al líder y le contó todo: los extraterrestres, el virus mortal, el meteorito devastador. El líder otomí, con huaraches y camisa de manta, lo vio sin comprender: “haremos lo que se pueda”, dijo, y se puso a buscar agua debajo de un maguey seco.
Volvió al umbral y anunció a los otros científicos: “el fin del mundo no tiene sentido para esta gente. Ellos no tienen rascacielos”.
Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/
1 comentario:
muy muy bueno, una maravilla. La reflexión final es muy fuerte.
Muy vivo el microrrelato
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