—¡Dime quien ha sido! —gritó furioso el ogro de nariz aplastada amenazando al pequeño vecino. Éste señaló tembloroso al segundo piso y empezó a hablar con un susurro asustado.
—Ésos... pero lo negarán. Siempre lo niegan.
—No les daré tiempo —dijo el bruto dirigiéndose como un jabalí hacia las escaleras.
El vecinito pensó que algo tan simple como echar un frasco de tinta desde el lugar adecuado, le había resuelto el problema de los vecinos ruidosos del segundo.
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