Contesté el teléfono pero nadie me habló. Fue el morbo, su maldición, lo que me hizo escuchar, aún con el jazz flotando en mi sala, una conversación que transcurría angustiosa al otro lado de la línea.
—¿Cuándo te liberan? —preguntó ella.
—Pronto —él, como en llanto—. O eso creo: en esta celda el silencio es el único modo de medir el tiempo.
—¿Qué harás después?
—No sé —la voz encerrada como el silencio de noche—. Un rumor en mi cabeza me pide escuchar jazz.
La llamada se cortó, se volvió remolino: mi jazz cesó como escalofrío y aparecí aquí. Sólo me queda ese recuerdo al escribir estas líneas, esperando una llamada en el silencio de la celda, sintiéndome otro.
Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/
—¿Cuándo te liberan? —preguntó ella.
—Pronto —él, como en llanto—. O eso creo: en esta celda el silencio es el único modo de medir el tiempo.
—¿Qué harás después?
—No sé —la voz encerrada como el silencio de noche—. Un rumor en mi cabeza me pide escuchar jazz.
La llamada se cortó, se volvió remolino: mi jazz cesó como escalofrío y aparecí aquí. Sólo me queda ese recuerdo al escribir estas líneas, esperando una llamada en el silencio de la celda, sintiéndome otro.
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