En un andén, entre otra gente sola alguien, desde hace mucho, espera. Mira una vez más los relojes inmóviles, suspira; de improviso, una sombra difusa le rueda por el rostro, se sobresalta. Nervioso, da vuelta sus bolsillos: busca una foto, un nombre, algo; sólo encuentra cientos de hojas de almanaques ya vencidos, mohosos o amarillentos. Resignado, descubre que ya no sabe qué o a quién estaba esperando. Entonces alza los hombros, mete las manos en los bolsillos ahora vacíos, y se aleja silbando.
Tomado del blog: http://www.olgalinares.blogspot.com/
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