Gordos, altos, flacos, bajitos, al menor síntoma de sismo espiritual corren atropelladamente, disputándose lugar, hacia los templos de la fe. Se arraciman a sus puertas, se amontonan frente a las estatuas y oran, elevan preces, reclaman pedidos urgentes y antes que nada, quieren a ultranza salvar su alma. Pero muchos no alcanzarán la meta. Porque la condición primaria para salvar el alma es tenerla, y falsarios, mentirosos, ruines, traidores, ladrones y semiladrones, hipócritas, alcahuetas, y otros, ¿tendrán realmente alma que salvar?...
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