El terremoto había sido devastador. Miles de edificios se derrumbaron, aplastando a decenas de miles de personas. La mayoría de los sobrevivientes, asustados y muertos de frío, no esperaban que la ola mayor del tsunami fuera algo tan pavoroso y fueron incapaces de ganar las colinas para ponerse a salvo. Pero a esas colinas, aisladas, rodeadas de agua, como islas siniestras y abandonadas de la mano de Dios, nunca llegó la ayuda que esperaban y las desgraciadas víctimas del desastre no tardaron en padecer dos nuevos flagelos: las enfermedades y el hambre…
—¡Aldo! Basta ya de mamarrachear ese cuaderno y vení a tomar la leche.
—Sí, mamá.
Sergio Gaut vel Hartman
1 comentario:
alguna vez mamá entenderá que no son mamarrachadas
muy bueno.
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