Se preparó con todo el equipo, incluido su sombrero preferido para protegerse del sol y lanzó la caña con fuerza, a ver si tenía suerte. No tardó ni cinco minutos y un primer ejemplar picó en el anzuelo. Volvió a lanzarla y al instante, otro cayó en la trampa.
En la cesta fue depositando, tremenda y gratamente sorprendido, las decenas de peces que iba pescando: desde carpas a truchas, lucios, tencas, barbos y gobios.
Nunca imaginó que la pecera de su salón contuviera tanta vida.
Tomado del blog: No Comments
Sobre el autor: David Moreno
2 comentarios:
Buen e inesperado desenlace. Saludos cordiales.
Sorprendente. Una delicatessen. Saludos.
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