Aún con el convencimiento de que nada tiene que ver el amor y el compartir la cama, yo comparto el lecho con mi esposo. Desde hace un par de años él ronca mucho, o tal vez con el tiempo, mi sueño se volvió más liviano. Al principio me enojaba, lo sacudía, traté con tapones en los oídos. De todo probé. De todo.
Hasta que una de esas noches, casi enseguida de tomar la copita, vi una danza de lunares verdes en medio de la oscuridad del cuarto.
A medida que fue pasando el tiempo he visto conejitos con plumas blancas arriba de la cama, mariposas rojas, aves extrañas con colas amarillas, cotorritas azules… ¿Mi marido? ¡Ah, sí! Él sigue roncando, pero eso ahora me tiene sin cuidado, al contrario, no quiero que se despierte. Mis noches de insomnio son más entretenidas que mis días.
Imagen: Said Daisy, de navaehfrost
1 comentario:
muy bueno, Celina. Me alegra mucho verte en este blog.
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