Es temprano. Aún no se oye al barrendero que despeja de basura la calle antes de que el sol la descubra. El tren pasa. El aire agita la cortina. Mariana prepara el desayuno y canta bagualas, transformándolas.
Entre las tibias caricias musicales y el humeante aroma que invade la cocina aparecen los indios. Están debajo de la tierra y saben subir cuando se abre el silencio. Son muchos los cuerpos de cobre que sacuden la piel de Mariana, la desperezan, le dan los buenos días al oído. Ella ríe, flota, se ilumina. Responde al saludo con un beso.
La hondura del tiempo resplandece mientras la soledad se aleja en el tren que pasa.
Entre las tibias caricias musicales y el humeante aroma que invade la cocina aparecen los indios. Están debajo de la tierra y saben subir cuando se abre el silencio. Son muchos los cuerpos de cobre que sacuden la piel de Mariana, la desperezan, le dan los buenos días al oído. Ella ríe, flota, se ilumina. Responde al saludo con un beso.
La hondura del tiempo resplandece mientras la soledad se aleja en el tren que pasa.
Sobre el autor: Fernando Puga
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